lunes, 5 de septiembre de 2016

Lo que dice la ciencia sobre la infidelidad (Parte II)


La antropóloga Helen Fisher ha venido estudiando, por más de 20 años, el amor, el sexo y el matrimonio en todas las culturas y especies, convirtiéndose con el tiempo en la investigadora más citada en lo referido al tema de las relaciones de pareja. Su conclusión: “Somos animales adúlteros”. En su libro “Anatomy of love”, ella explica los orígenes de este comportamiento: “Durante nuestra larga historia evolutiva la mayoría de los machos buscan diseminar sus genes, mientras que las hembras desarrollan dos estrategias para conseguir recursos: algunas mujeres eligen ser fieles a un solo hombre a fin de alcanzar diversos beneficios de él, otras optan por el sexo clandestino con varios hombres para adquirir recursos de cada uno de ellos. Este rudo escenario coincide con la creencia popular: “el hombre es un playboy por naturaleza, y la mujer es devota o mujerzuela". Sin embargo, actualmente, basada en sus recientes investigaciones, Fisher piensa algo distinto respecto a ese tema: “Hoy, entre los hombres y mujeres alrededor de los 40, las mujeres son tan adúlteras como los hombres”. Fisher explica que nuestros infieles ancestros se comprometían solo el tiempo suficiente para concebir y criar un niño, hasta que adquiera un cierto grado de independencia, luego se iban a cuidar el hijo de alguien más. Ella describe esto como una estrategia reproductiva dual.  No obstante, incluso si las teorías de Fisher son ciertas, existe un grave problema con este estilo de vida en el mundo moderno, pues es capaz de causar mucho dolor, destruir la autoestima y traumatiza a todos los miembros de la familia, sin mencionar los temas éticos que ello implica. Así que ¿cuál es la mejor manera de superar nuestro pasado evolutivo y tener una relación exitosa y duradera? Fisher explica que el ser humano desarrolla 3 diferentes sistemas cerebrales primarios: uno para el sexo, otro para el amor romántico y un tercero para los compromisos profundos. Luego de la intensidad inicial de una nueva relación, el cerebro que controla el romance y el sexo nos inducen a buscar otras personas, mientras que el cerebro del compromiso se queda conectado con nuestra pareja primigenia. Pero este continuo fluir de romance y sexo, dice Fisher, puede ser prevenido. La solución es que las parejas hagan cosas novedosas y excitantes junto (para liberar dopamina y mantener vivo el romance), hacer el amor regularmente (para liberar oxytocina y crear lazos sexuales), evitar las oportunidades de infidelidad y en general asegurarse que la pareja se encuentra lo suficientemente interesada para que los 3 cerebros continúen activos. Para Stephanie Coontz, la autora de “Marriage, a History”, el matrimonio no se suponía que tuviera ninguna relación con el amor o la intimidad. En la mayor parte de la historia, el matrimonio era una institución económica y política, para obtener recursos, formar alianzas o crear lazos de sangre para heredar. No fue hasta finales del siglo 18 que la gente se casa por amor. Y recién a finales del siglo 20 pasó a convertirse en una relación intima más que en una institución patriarcal. Coontz cree que la tradición está cambiando nuevamente: “La gente quiere ser monógama o promiscua, quieren niños o no, quieren esto o lo otro. Por siglos, habían tenido que esconder estas preferencias y tomar todo el paquete. Ahora no tienes que hacerlo: es literalmente “escoge lo que quieras”. La vida de familia y el compromiso amoroso se está convirtiendo en un modelo para armar”.

Basado en un fragmento del libro “The Truth: An Uncomfortable Book About Relationships:” de Neil Strauss